Bibliotecas: ¿AdAPPtarse o desaparecer?

Como en otras profesiones y oficios, la tecnología amenaza con desplazar las actividades tradicionalmente realizadas por los bibliotecarios. Sin embargo, un análisis más cuidadoso y sin dogmatismos revela que muchos servicios bibliotecarios siguen siendo relevantes y que hay margen para evolucionarlos.

Imaginemos una biblioteca universitaria sin colecciones físicas –algunas han estado cerradas desde marzo del 2020 por la pandemia o con un acceso muy limitado—. Hasta donde conozco, no se ha cancelado una clase o cualquier actividad académica por que la biblioteca física e incluso digital no prestó servicio. Por tanto, no es difícil pasar a ese imaginario.

¿Qué hicieron las bibliotecas universitarias ante la covid-19?

Las que no estaban atentas a las señales del entorno y seguían con su servicio tradicional, volcaron rápidamente a portales web la suscripción de recursos de información electrónicos (libros – revistas – simuladores – laboratorios – otros) de editoriales o agregadores. Esto significó contar con “colecciones” para apoyar las actividades académicas e incluso de ocio, pues se suscribieron sistemas de “revistas light”, era el afán.

Otras venían desde hace años avanzando en su transformación digital y realmente el impacto para el usuario fue casi nulo. Estas bibliotecas lograron que muy pocos usuarios se afectaran, o que se autorredireccionaran a internet.

¿Qué está sucediendo con los servicios?

Los servicios de las bibliotecas universitarias poco se diferencian de otros tipos de unidades de información, circulación (préstamo y devolución), referencia, gestión de colecciones y contenidos, préstamo u obtención de documentos interbibliotecario o por compra, gestión de bibliografías, difusión de información, alfabetización informacional, capacitaciones e inducciones. También cuentan con espacios de lectura, salas especiales, de computadoras, para eventos y exposiciones, colecciones abiertas y/o cerradas, entre otros. ¿Qué ocurrió con estos servicios?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Por Jairo Hernán Díaz Arias