Muchas veces se me ha hecho la misma pregunta. Unas veces con admiración, otras escondiendo una queja, un lamento: ¿Cuántos recursos se necesitan para llevar a cabo este movimiento de innovación y cambio educativo? ¿No es cosa de ricos? ¿Es para todos los países?
Mi respuesta siempre ha sido la misma: es para todos los colegios y para todos los alumnos, no importa en qué situación geográfica o económica se encuentren. El cambio y la innovación en materia educativa es cuestión de personas. El gran recurso para el cambio no es la buena economía, o una situación privilegiada, es el profesor.
El movimiento en el que llevo 20 años trabajando se centra, precisamente, en la persona. En el alumno. Al aplicar la teoría de las Inteligencias Múltiples, trabajamos las capacidades individuales de cada uno de ellos. Educamos en el pensamiento crítico y creativo, para que puedan realizar planteamientos lógicos o crear sus propias ideas. Así, nos dimos cuenta que el alumno se convertía en el protagonista de su propio aprendizaje.
Después de haber visitado algunos de los mejores centros educativos del mundo, donde el cambio se ha llevado a cabo con éxito; después de haber formado a miles de profesores de toda la geografía española, me he reafirmado que quien quiera entrar por este camino ha de contar primero con el apoyo de las personas. El mejor recurso, el único e indispensable, me atrevería a decir, es el profesor.
Nunca ha sido fácil el cambio. Pasar de una situación conocida, segura y cómoda a una desconocida exige siempre el descenso al valle de la incertidumbre antes de escalar la nueva cima.Y a mayor envergadura, mayor dificultad. Las circunstancias pueden ser muy variadas, pero los que pueden generar un cambio son los que mirando más lejos, a hombros de los que han visto más claro y han iniciado un nuevo recorrido, deciden caminar en la dirección correcta.
El directivo que comprueba que la sociedad ha cambiado y que los alumnos que le llegan a la escuela son diferentes, o el profesor que se encuentra con alumnos distintos, ellos son los que optan por un cambio. No por esnobismo como dicen algunos, sino para dar una respuesta adecuada a las nuevas necesidades que se les plantean. Toda transformación en un colegio ha de partir de las personas que han de potenciarla, y son necesarios todos los integrantes de la comunidad, porque difícilmente una persona sola puede llevar a cabo un cambio tan importante como el que en este momento nos está pidiendo la educación.
Acertó Einstein al afirmar que si quieres resultados diferentes no puedes seguir haciendo lo mismo. Lo saben los bancos, las empresas, los comercios. ¿Y no lo va a saber la escuela?
Los que me impulsaron a buscar nuevos caminos fueron precisamente los alumnos, las personas que tenía en mi aula, y el equipo de profesores que compartía las inquietudes y el deseo de obtener resultados diferentes, adecuados.
La transformación y la innovación no los provoca un cambio arquitectónico que por supuesto debe darse cuando se pueda, lo facilitan las personas que buscan cómo utilizar nuevos espacios para un tipo de aprendizaje diferente. Son importantes las transformaciones del currículum y de las metodologías, pero si no se cuenta con personas entusiasmadas, creativas y capaces de llevarlo a la práctica, pueden quedarse en un buen diseño sobre papel muerto. Todos los instrumentos, todos los recursos grandes o pequeños necesitan la persona que los sepa utilizar para sacar de ellos el mejor rendimiento.
Ojalá se pueda disponer de muchos recursos, pero siempre será fundamental la persona que sepa y quiera utilizarlos. Pizarras digitales, los mejores ordenadores, el mobiliario más flexible o la óptima orientación del edificio pueden facilitar el aprendizaje, y lo facilitarán siempre que cuenten con un profesorado trabajador, entusiasmado y cooperativo, que conoce y quiere a cada alumno, apasionado por su vocación de maestro, incansable en su formación, que acompaña y orienta a los niños en su proceso de aprendizaje.
La persona, este es el gran recurso único e insustituible, capaz de generar los cambios más profundos en materia educativa. Mientras haya personas convencidas de que educar es una vocación, que apostar por el aprendizaje de los alumnos es el mejor reto que pueden plantearse, mientras haya maestros que amen a sus alumnos y su trabajo, hay esperanza. El profesores es la respuesta.