Este fin de año no será una fecha fácil para muchas agencias gubernamentales de la región, en especial para aquellas que están directamente alcanzadas por la publicación de los resultados de las pruebas internacionales PISA. Los gobiernos de Latinoamérica están realizados en el campo educativo el esfuerzo económico más grande de su historia en términos de gasto como porcentaje del producto bruto interno, en promedio por encima del 6%, a pesar de lo cual los aprendizajes de matemáticas o mejoras en la comprensión lectora muestran escasos progresos en el comparativo con otros países. Al menos eso demostró la última publicación, del año 2009, con todos los países de la región ubicados en el tercio inferior dentro de un largo listado.
Sin ánimo de menoscabar la relevancia o utilidad de estas mediciones, sin embargo, es pertinente agudizar ligeramente el análisis y observación sobre los resultados de estas sonoras pruebas. PISA no mide calidad, efectividad ni eficiencia de un sistema, ni tampoco establece ganadores o perdedores, más allá de cómo se celebra o sufre el lugar en el cual el país propio aparece en el listado. Comprender la esencia de estos ejercicios y realzar su utilidad resultará de gran ayuda para el diseño de políticas públicas y normativas beneficiosas para un sistema educativo, y para el desarrollo de herramientas, formatos y plataformas que generen experiencias de aprendizaje de alto valor agregado en los aprendices.
Lo primero que hay que mencionar es que existen numerosos rankings e informes de reconocidas instituciones multilaterales (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencias y la Cultura -UNESCO-, Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico -OECD-, Foro Económico Mundial -WEF-, Banco Mundial -WB-, Banco Interamericano de Desarrollo -BID-, etc.) que a lo largo de los últimos 15 a 20 años han buscado medir, aunque sea lateralmente, la correlación que existe entre educación y progreso. Por supuesto que cuando hablan de educación hacen referencia a un concepto restrictivo y sobre simplificado de la misma, que tiene que ver con algunas de las cosas que ocurren en algunos de los establecimientos formales del sistema educativo. La educación en un sentido amplio es mucho más que los informes trianuales de las pruebas PISA, que los resultados de las pruebas TERCE (Tercer Estudio Regional Comparativo y Explicativo), que la repitencia o que el abandono escolar, y no se agota en el anecdotario áulico escolar o universitario, sean estas de gestión pública, privada o mixta. Sin embargo, estos rankings e informes, además de brindarle a la sociedad la oportunidad de discutir sobre educación con más elementos de juicio, permiten ir generando consensos alrededor de prácticas, formatos y abordajes vinculables con ideas de progreso.
PISA (Programme for International Student Assessment, Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos) es un proyecto impulsado por la OCDE con el objetivo es medir el grado de preparación de los alumnos cuando llegan al final de la etapa de enseñanza obligatoria, hacia los 15 años, y se encuentran a punto de iniciar la educación post-secundaria o la vida laboral. El Programa fue concebido como un recurso para ofrecer información abundante y detallada que permita a los países miembros adoptar las decisiones y políticas públicas necesarias para mejorar los niveles educativos. A partir de la primera evaluación implementada en 2000, de la que participaron 32 países, las evaluaciones PISA ganaron en visibilidad, relevancia y adhesión, utilizándose en muchos casos tanto como un buen proxy del estado real del sistema educativo del país, así como un mecanismo transparente de auditoría pública de las autoridades gubernamentales del sistema educativo. En 2003 participaron 41 países, en 2006 fueron 57 y en 2009 alcanzaron los 65 sistemas educativos.
Las evaluaciones PISA cubren las áreas de competencia lectora, matemática y científica, con un énfasis puesto en el dominio de los procesos, el entendimiento de los conceptos y la habilidad de actuar o funcionar en varias situaciones dentro de cada dominio. Los exámenes combinan preguntas directas con una única respuesta correcta (preguntas que sólo admiten algunas palabras o algunas frases breves por respuesta, o que ofrecen múltiples opciones para que el alumno marque alguna o algunas), y preguntas que requieren que los estudiantes elaboren sus propias respuestas.
Es importante remarcar que el propósito de la OCDE a través de PISA no fue, y no es actualmente, establecer un ranking de ganadores y perdedores, sino proveer evidencia empírica y, eventualmente, alertar a los actores principales del sistema educativo y productivo de cada país, del nivel de dificultad con el cual los niños y adolescentes se van aproximando al mundo productivo, interpretado ello a través del grado de dominio de las competencias señaladas. Por competencia matemática se define la capacidad de un individuo de identificar y entender el papel que las matemáticas tienen en el mundo, para hacer juicios bien fundamentados y poder usar e involucrarse con las matemáticas. Por competencia lectora se entiende la capacidad de recuperar información, interpretar textos, reflexionar sobre los mismos y extraer conclusiones. Finalmente, la competencia científica incluye los conocimientos científicos y el uso que de esos conocimientos haga un individuo para identificar preguntas, adquirir nuevos conocimientos, explicar los fenómenos científicos y sacar conclusiones basadas en evidencias, sobre asuntos relacionados con la ciencia.
Por lo tanto, PISA no mide la calidad de un sistema sino que lo interpela en términos de su relevancia y utilidad. Y lo hace a través del dominio de competencias específicas, concretas. PISA no mira hacia atrás, sino hacia adelante. Deseando modelar un futuro emergente de una sociedad interconectada, pluricultural y digital, proyecta el grado de dificultad de integración de niños y niñas de 15 años. También interpela a un gobierno y a una clase directiva a partir de su mirada del futuro, en función de sus políticas, prácticas, discusiones y acuerdos.
Ello permite concluir que PISA importa, pero no tanto en el sentido con que se trata, analiza y discute usualmente, sino como un catalizar de un espacio colectivo que de luz a una mirada y modelación del futuro y, en consecuencia, de un sistema educativo funcional.
El peor problema de cualquier sistema educativo no será ubicarse último en el ranking PISA sino vaciarse de ideas que lo vinculen a un futuro novedoso, plagado de problemas, desafíos y oportunidades. En ese sentido, los formatos de enseñanza personalizados, los abordajes híbridos online-offline y los ecosistemas digitales de contenidos editados cobran una especial relevancia como puentes entre un sistema disfuncional y anticuado, construido alrededor del paradigma de la información escasa, y otro en emergencia.
Por Juan Maria Segura para Cengage Learning Latinoamérica