Artículo escrito por la Mtra. Patricia Velázquez
Por mucho tiempo se ha dicho que la educación debe evolucionar, ser congruente con la realidad del mundo, sin embargo cabe preguntarse si lo estamos logrando en los tiempos actuales.
Hoy mismo, en medio de la pandemia, ante los retos de la educación a distancia por medios electrónicos, la preocupación sigue siendo la de pensar si vamos a lograr abarcar todos los contenidos que marca el programa. ¿Será realmente esto lo que interesa?
¿Qué clase de personas necesitamos formar? ¿Personas que se mantengan atentas tomando notas y repitiendo información en un examen?
¿De qué sirve esto al enfrentarse a las situaciones de la vida real?
Vivimos en un mundo globalizado en el que hay un mar de información, en el que los acontecimientos que suceden al otro lado del mundo se conocen en minutos, en el que un virus que se origina en China llega en pocas semanas a invadir al mundo entero.
Es claro que lo que necesitamos, más allá de fomentar la memorización de información enciclopédica, es formar personas comprometidas con su comunidad, dispuestas a ayudar, sensibles ante los acontecimientos mundiales que nos estremecen, personas que sean capaces de integrar el conocimiento que han adquirido en la escuela para que lejos de parcializarlo vean las relaciones multidisciplinarias que se requieren para atender un problema.
Se requiere de la comprensión de las necesidades de los demás, de tener una visión de conjunto que conduzca a soluciones creativas ante las incertidumbres que se van presentando, ante las inminentes necesidades colectivas.
Se requiere en fin, de formar estudiantes humanizados, no robotizados, que se aparten del individualismo que enajena y sepan convivir y aportar desde sus capacidades y habilidades para construir o reconstruir un planeta golpeado por la enfermedad, el daño ambiental, el deterioro social, la violencia, la desigualdad, la indiferencia de muchos y la voz ignorada de los que piden un cambio.
Nuestra tarea como profesores se hace ahora más compleja. Debemos de formar a los estudiantes desde la visión de que no podemos parcializar el conocimiento, o verlo muy simplificado, sino como parte de un saber amplio, holístico, en el que todo tiene relación.
Por ejemplo, no podemos enseñar acerca de microbiología, de los virus, sin pensar en las consecuencias sociales y económicas de una pandemia. No podemos enseñar acerca de los reinos y la clasificación de los seres vivos sin señalar el riesgo de las especies de extinguirse ante la destrucción de sus hábitats, y de las consecuencias severas del cambio climático en diversas especies y en nuestro futuro en este planeta.
Nuestro deber ético es enseñar en contexto, no un conocimiento aislado, inútil, parcial, sino como parte de un todo que debe de mover conciencias, despertar las iniciativas, las propuestas a buscar soluciones. Fomentar el aprendizaje a través de la solución de problemas, de proyectos conectados con el entorno, enlazados con otras disciplinas.
Nuestra tarea como profesores nunca ha sido tan trascendente, es imperativo que nos demos cuenta de que ahora nuestro papel es educar considerando que las generaciones de hoy tienen la importante misión de reconstruir el mundo que les ha tocado recibir.
Aprovechemos esta coyuntura para dar un giro a la educación de una vez y para siempre.