Es pertinente que los educadores y adultos interesados en el tema nos preguntemos por qué la población estudiantil en la región decide, año tras año, darle la espalda al sistema público justamente cuando el estado más decidió invertir en él en términos de gasto como porcentaje del producto interno bruto. O, yendo a un nivel de análisis más general, por qué razón la educación escolar formal, pública y privada, pierde adeptos y no logra revertir sus ya estabilizados índices de repitencia, sobre-edad y abandono escolar.
Un importante trabajo sobre la cuestión del abandono escolar, realizado por el Sistema de Información de Tendencias Educativas en América Latina (SITEAL), arroja algunas pistas al respecto. A partir de las encuestas de hogares y de la medición de los niveles de escolarización en 18 países de la región, se logró observar algunos patrones relativamente constantes a lo largo de los últimos años. A pesar de los esfuerzos presupuestarios ya mencionados, normativos y regulatorios de todos los países, los niveles de abandono escolar hacia el final del ciclo escolar apenas han logrado revertirse. Con índices de escolarización del 98% en la población estudiantil de entre 7 y 12 años, a partir de los 13 años la situación comienza un derrotero firme y parejo, que concluye con más del 35% de la población adolescente no escolarizada a la edad de 17 años.
El dato no es novedoso, y tal vez por ello vemos a los gobiernos reaccionando, intentando imponer por ley la doble escolaridad y la obligatoriedad en el ciclo educativo en donde el sistema muestra su mayor fisura o filtración. Sin embargo, el informe de SITEAL nos permite ver que la principal razón por cual los chicos abandonan la escuela es porque les aburre.
Las 6 posibles causas de abandono escolar señaladas por el informe son: i) razones de discapacidad, ii) necesidad de trabajar, iii) domesticidad y demandas del hogar, iv) dificultades económicas, v) problemas de oferta educativa y vi) el ya señalado problema del aburrimiento.
En la franja de los 11 a 12 años de edad, los problemas económicos familiares son responsables del 35% del abandono, siendo la causa dominante. Sin embargo, en esa franja etaria, el abandono aún no es un problema de magnitud, lo cual circunscribe el problema a una población relativamente pequeña. Por el contrario, en la franja de los 16 a los 17 años de edad, que es el momento de mayor desgrane de la escuela secundaria, el desinterés, desaliento y aburrimiento explican el 40% de los casos. Si bien los problemas de la necesidad de trabajar, dominante en los niños, y de domesticidad, casi exclusiva de las niñas, aumentan con la edad, la sumatoria de ambas causas en la última banda etaria no alcanza al 30% de los casos. Y los otros 3 problemas, que son discapacidad, oferta y dificultades económicas, disminuyen a mayor edad, explicando en conjunto al final del ciclo un 30% de los casos. Por ello, si como adultos, legisladores o educadores tuviésemos que priorizar y abordar un frente de conflicto a la vez vez para reducir el abandono escolar, no dudaría en comenzar por transformar el paso de los alumnos por la escuela en una experiencia significativa y relevante de aprendizaje, ya sea en la escuela pública o privada.
El informe de referencia debería iluminar las ideas y políticas que se impulsan desde el Estado. Resoluciones como la Ley de Educación Nacional 26.206 de la República Argentina, discutida y consensuada por un conjunto amplio de políticos y especialista, hacen especial hincapié en incluir dentro de la escuela a una población de niños y adolescentes que, suponen, desean asistir pero no lo pueden hacer por situaciones familiares y socioeconómicas adversas. La premisa es falsa, o al menos incompleta. Los niños dejan la escuela, en su mayoría, como lo indica el informe de SITEAL, porque les aburre.
No hay peor sordo que el que no quiere escuchar, ni peor político que el que gobierna o legisla sin considerar los argumentos o reclamos de la sociedad. No podemos aceptar que, frente a una evidencia tan contundente como incontrastable, la respuesta de políticos y educadores sea agregar más caballos a la carreta. Por más que nos esforcemos y nos dibujemos sonrisas en la cara, los chicos se las arreglaran para encontrar experiencias significativas de aprendizaje en la educación no formal e informal, por afuera del sistema escolar.
Por ello, es imprescindible que hagamos cuerpo el reclamo de Sir Ken Robinson. La escuela no debe ser reformada, sino re inventada. Debemos aceptar que los educandos niños y jóvenes crecen en entornos de saturación digital, que desarrollan desde pequeños destrezas para operar dispositivos móviles y para navegar con comodidad en internet a la busca de relaciones, experiencias o juegos, y que se vale de un nuevo lenguaje, que el autor Logan llama el sexto leguaje: en del chat. Debemos entender que el movimiento de indignados del 2010 no fue un intento de golpe de estado hacia los sistemas democráticos, sino un llamado de atención hacia quienes comendamos instituciones creadas en otro contexto para dar cuenta de otros problemas, no los actuales. Debemos, por último, adoptar una actitud más innovadora y exploratoria y, aceptando nuestra ignorancia o disfuncionalidad, debemos rehacer nuestros votos de aprendices, y lanzarnos a experimentar. Tal vez de esa manera podremos lograr entender cuánto de Coursera, Wikipedia, Khan Academy, Duolingo, o plataformas similares puede ser integrado dentro de nuestras nuevas estructuras o dispositivos de aprendizaje.
Mientras los niños se aburran, aun cuando logremos encadenarlos dentro del aula, no los estaremos preparando para desenvolverse con libertad y responsabilidad en el mundo de contornos borrosos que se va conformando. Mitra en alguna oportunidad dijo que los niños aprenden solo cuando lo desean. ¿Habremos comprendido la profundidad filosófica y antropológica de esta proclama?
Por Juan Maria Segura para Cengage Learning Latinoamérica
Diciembre, 2014